Abajo varias reseñas de libros que disfruté leer y pensar este años. 
Hay de todo: una biografía sobre una mujer que escribió sobre un monstruo, dos poemarios luminosos, el mejor libro sobre rock argentino que leeremos en los próximos años, una obra magna y experimental con formato collage, el gran Junot haciéndolo de nuevo, el proyecto "kesselman". 
Hay para todos, son pequeñas porque es la extensión que se suele pedir en los medios gráficos. 
No es difícil, aunque uno siempre se queda corto y las reseñas largas tienen otro aire, pueden pasar miles de cosas ahí. Como en esta, donde pude darme todas las páginas que quise, y pensar y pensar, a pesar de que apenas si tenía texto y podríamos llamarlo "un libro de fotos". 
Espero que la disfruten. 
Tienen que hacer click en la perra para leerla.


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El brillo del caos
(reseña sobre "Al rayo del sol", de Fernando Callero)


Hay libros grandes y libros pequeños,  hay una gran marea editorial, obras subidas a la web y, a su vez, una tendencia colectiva a exponer la experiencia personal bajo las redes sociales y la luz de los monitores. También están las antologías personales de poemas, como aquella de Borges, los libros de Bossi y Schmidt editados por Nudista, “Horla city y otros poemas”, de Fabián Casas; los grandes libros editados por del Dock y “El estado y él se amaron” de Daniel Durand, una obra clave para la poesía contemporánea.
Alrededor de todo aquello gira “Al rayo del sol”, una compilación de los poemarios editados desde 1999 hasta la fecha por el mítico escritor entrerriano-santafesino Fernando Callero. La compilación es a la vez un recorrido ineludible por la obra de Callero, por sus temas, ritmos, alteraciones, épocas y cambios, y una selección de canciones (podcast) para leer por las noches, una especie de magma musical inventado por un dj de la mañana.
Hay en la obra de Callero una tendencia a la invención y al reciclaje de palabras (“perfeito”, “maquinando”, “sucedanear”), hay también una forma particularísima de contar la propia biografía y una presencia constante del  paisaje que no es tanto un lugar de retiro y descanso inocente y hippie, sino más bien un paisaje que es hogar y también ruina, una naturaleza que es destrucción y pixel. 
“Toda la mala leche se licúa finalmente con la lluvia”, escribe Callero. “Lo que hacen esas garzas con sus reflejos / yo ya lo aprendí a hacer en Corel”, escribe. “Mirá las vacas como se desgracian / en ese campo comedor reseco”, escribe.
Colección antológica de ocho poemarios, “Al rayo del sol” tiene sus puntos fuertes en “Una destrucción muy fina”, “Tokonoma” y “Aniversario”: hay un poema sobre un tipo que no para de mear, uno sobre la importancia del vicio en la vida, uno con la muerte poética de un pájaro y muchos con finales imprevisibles y únicos. 
“Al rayo del sol” es, finalmente, un ejercicio del caos y de la incomodidad: inquieto e incansable, Callero gira alrededor de si mismo y de las cosas y de lo que solemos creer que es un poema y un libro: ese giro resulta psicodélico, enloquecedor, divertido pero, sobre todo, vital, un vagabundeo estelar donde nos olvidamos quiénes éramos o qué hacíamos, o eso no importa, porque el sol seguirá siendo brillante.

 (publicado en la Voz del Int., 2013)
Una muchacha que hizo una obra muy bella
(reseña sobre "Y entonces el libro", de Alex Appella)


Hay quienes, en la era de la hipertecnologízación del Todo, piensan que el libro, en tanto objeto físico, llegará a su desaparición. Por otra parte, está la tendencia actual a la edición de álbumes-libro, orientados editorialmente a la edad temprana y donde se destacan las fabulosas obras de Pablo Bernasconi e Isol. Y luego están todas esas autobiografías posmodernas, y también los grandes libros en los que se investiga el pasado familiar (“El palacio de la luna”, de Auster; “Los rubios”, de Albertina Carri; “Los monstruos de Templeton”, de Lauren Groff); y además las obras vinculadas al holocausto y a los movimientos inmigratorios.
Todo eso y más se esconde detrás de “Entonces el libro”, la bella y desmesurada obra de Alex Appella, un libro que no es solamente un libro y que está repleto de dibujos, fotos, collages, mapas y un diseño gráfico único que lo hacen un tesoro indefinible.
Hay un familiar que decide contar lo que no había contado, están los años pasados, los secretos que se esconden unos a otros para poder vivir, el techo de una casa agujereado por una bomba, un padre que se aparece en sueños dando consejos útiles, cartas perdidas, un pariente desconocido y, gracias a los cielos, hay una niña que pregunta que luego es una mujer que busca el modo de contar y mostrar todo lo que escuchó.
Vinculado a la estructura del relato policial, a aquellos añorados álbumes de fotos y a las sagas familiares, “Entonces el libro” también cita a los juegos de mesa y a las crónicas periodísticas de calidad, junto con momentos de delicadeza y poesía. El libro es a la vez un catálogo de museo y cada página es un cuadro y cada cuadro una experiencia y un lugar donde uno se pierde y se reencuentra. 
Excesivo, inclasificable, apto para adultos, niños, paseantes, coleccionistas y quien quiera que se tope en su camino, “Entonces el libro” nos recuerda que la memoria no es sólo un modo de decir, sino también un complejo modo de ver y de buscar entre las ruinas. 
Hay una leyenda típica instalada entre nosotros los mortales: que hay cosas que no podemos expresar, que hay vida que no podemos poner en palabras. Alex Appella ha logrado mostrar que esa es solo la primera parte de la historia, y que la segunda puede ser la más hermosa, y que es dolorosa, increíble, épica.


(publicado en la Voz del Int, 2013)

La piba de oro
(sobre "A través del liso", de Daiana Henderson)


Hay una canción increíble de Shaman y los hombres en llamas llamada “el primer color”, hay un poema de Rimbaud sobre las vocales y sus colores, hay un poema de Antolín que habla de la juventud que pasa y se pierde, están todos esos poemas contemporáneos escritos por personas que miran desde ventanas de departamentos, una especie de tendencia secreta que aparece en la lírica, twitter y facebook. Y luego está la vida del personaje de “A través del liso”, el primer e-book y tercer libro de la joven poetisa Daiana Henderson.
En la tapa del libro vemos las zapatillas de alguien tirado en el césped artificial del dibujo: es extraño, pero al verlas es difícil no imaginar, en primera instancia, que Mr. o Miss zapatillas está “contemplando el cielo”. Quizás se trate de una trampa de la imagen, quizás se trate de lo que esperamos de la poesía, quizás ese es realmente el primer poema del e-book y el primer momento del personaje que lo escribe: una muchacha guiada por una voz interior que observa el mundo con detenimiento, buceando en el significado de las cosas, iluminada y sombría a la vez. 
“Prestaría atención a este momento / si supiera que es la última vez / que nos vamos a ver”, escribe Daiana. “El río pasa por debajo nuestro, / bajo la rambla, / como una canción que nunca / nos vamos a cansar de escuchar”, escribe.
En el primer poema hay una foto que se deshace y se transforma (reminiscencia de un poema de Giannuzzi y a la vez de nuestra cultura fotogénica contemporánea); luego hay un grupo de amigos que vuelven de caza; una mujer que, en el departamento de al lado, no para de llorar; una escuela para ciegos; una pareja mirando barriletes; un poema generacional perfecto y, finalmente, un poema amarillo que recuerda menos a los lamentables titulares de todos los días que al color de la intimidad y el silencio.
“A través del liso” son diez canciones instrumentales y diez poemas narrativos, pero también diez postales, diez fotos de perfil de alguien que se detiene a escuchar el corazón del mundo, diez versiones de la luz que brilla, antes de apagarse, sobre nuestras cosas, y además un delicado sistema de cables y cañerías: justamente como todo lo que ocurre entre nuestras paredes, lo que nos une, y a la vez nos divide. 

(publicado en la Voz del Int., 2013)
El amor después de Junot
(Reseña sobre "Así es como la pierdes", de Junot Díaz)


De este lado de nuestro mundo están las baladas, los ritmos afroamericanos, la novela venezolana, el culto a la pareja y la vocecita de siempre que sufre por amor.
También está el lenguaje inventado por Cucurto, la prosa barrial de Casas, los cuentos de Lamberti, la última novela de García Robayo, los personajes anónimos y sufrientes de Carver, esa página llamada “así no me vas a coger pelotudo” y la trilogía amatoria de Richard Linklater.
Y, finalmente, están las primeras dos obras de Junot Díaz: “La maravillosa vida breve de Óscar Wao”, una novela en la que, al modo del boom latinoamericano y las narraciones sobre dictadores, el autor contaba la historia de un nerd, su familia, su país y la maldición que caía sobre ellos; y “Los boys”, su primer libro de cuentos, donde el autor inventaba un lenguaje dominicano-yanqui para narrar las historias de niños y hombres rodeados por el horizonte inevitable de la inmigración y la violencia ciudadana.
En “Así es como la pierdes”, su reciente tercer libro, Junot regresa sobre su maravillosa obra breve y sobre todo lo anterior.
En el libro nos encontramos con nueve cuentos cuyo eje temático es la búsqueda (y la pérdida) amorosa: leeremos la historia del romance entre un hermano canceroso y una mujer que lo deja en la ruina; los peligros de la infidelidad en el retrato de un profesor dominicano en una universidad estadounidense; la desoladora historia de un padre que traslada a su familia al invierno extranjero para dejarla encerrada.
Inicialmente sorprende la decisión de Díaz de circunscribirse a los relatos “de amor”, pero luego la elección resulta acertada, incluso inevitable en un libro en que los personajes reaparecen de cuento a cuento, al modo de una novela fragmentada, una biografía, una saga familiar.
Todo es amor allí, pero en realidad el amor es un satélite que gira sobre las demás cosas, como un espejo, como un fantasma, como un viejo y anhelado país. Allí están el deterioro físico de un profesor; la soledad profunda, doméstica, de los niños; la dedicación solitaria y fiel a la literatura, la forma en que los sueños de progreso machacan lo que parecía amor. Y como si fuese poco, está ese último cuento magnético que cierra el libro: “Guía de amor para infieles”. Todavía cuesta comprender como un relato puede ser una piedra en la cara y, al mismo tiempo, una bendición.


(publicado en la Voz del Int. 2013)
La música viva
(Reseña de "Sobre el rock", de Martín Zariello, alias "Il Corvino)



¿Qué es el rock; mejor aún, que demonios es eso que algunos llaman “rock argentino”? ¿Y cómo puede ser que respondamos estas cosas de taquito, tocando de oído, de primera mano,  en un par de palabras, o con frialdad, enciclopédicamente, y quizás con altura (solo una forma de la altura)? 
Desde hace un par de años en su sitio web ilcorvino.blogspot.com, Martín Zariello viene escribiendo sobre literatura, fútbol y música: textos divertidos y polémicos escritos con urgencia y alegría. 
En “Sobre el rock” nos encontramos con un compilado de sus textos (¿ensayos?, ¿posts?, ¿reseñas?, ¿comentarios?), particularmente aquellos sobre rock y, en buena medida, los vinculados al “rock argentino”. Hay uno fantástico sobre Leo García, varios sobre Spinetta, uno sobre Virus, otro sobre Almafuerte, otro sobre Valentín y los Volcanes, uno sobre Coldplay, otro sobre Sandro, etc. 
Zariello escucha las canciones, va a los recitales, revisa discos lejanos, analiza las letras de los temas, recurre al repertorio inagotable de anécdotas sobre rockeros, cita a Bioy Casares, a Kafka, a los Simpsons, a Foster Wallace, se remite a películas, a jugadores de fútbol, a experiencias de vida y, además, es un especialista en lanzar como mínimo dos frases provocadoras y deslumbrantes por texto. Ejemplo: “Jhonny Greenwood tiene el rostro del tipo que en cualquier momento saca un fusil Mauser y mata a doce personas de un pestañeo. Eso es necesario en una banda de rock”. Ejemplo: “Federico Moura inserta al puto en el rock argentino. Antes de su aparición había pura ambigüedad”. Y así.
“Sobre el rock” se presenta, de este modo, como un compilado renovador de textos sobre música, pero es mucho más que eso: es un manual alternativo de historia sobre el rock argentino escrito con desparpajo y placer, sin limitaciones ni publicidad. Es también un canal de videoclips, pero en lugar de ver los videos y todos esos realitys que acabaron con lo que se daba, escuchamos la vocecita de un tipo que se da cuenta que no se puede escribir del rock sin hacer rock con las palabras. 
Un poco a lo Fabián Casas, un poco a lo Nick Hornby, “Sobre el rock” es, finalmente, un manual de instrucciones sobre cómo escuchar y cómo escribir sobre lo que se ve, se lee y se escucha: pueden leer a Martín Zariello en su blog. Pueden conseguir el libro. De una u otra manera, la música renacerá de sus cenizas. 


(publicado en la Voz del Int., 2013)
Monstruos vengan a mí
(Reseña sobre "La mujer que escribió Frankestein", de Esther Cross)


Están las películas de zombies, los profanadores de tumbas, está ese videojuego llamado Resident Evil (una de cuyas versiones es protagonizada por una mujer), están todas las noticias sobre químicos que alteran el cuerpo, está la historia del feminismo y también este presente global y tecnológico que parecería haber existido por siempre en estas ciudades que son una selva.
Y luego están los mitos fundacionales de todo eso. Por ejemplo, la revolución industrial y aquella Londres neblinosa y humeante de fines del XVIII. Por ejemplo, el romanticismo, aquellos artistas que si hubieran vivido en estos años habrían dormido en un hostel. Por ejemplo, Frankestein, el horror y la soledad de ese monstruo sin nombre que nos acostumbramos a llamar con el nombre de su creador.
Es sobre eso mismo que escribe Esther Cross en “La mujer que escribió Frankestein”, una biografía sobre Mary Shelley y sobre los artistas que la rodeaban, y los médicos que necesitaban cuerpos para estudiar y la industria lumpen de los ladrones de tumbas.
Veloz, apasionante, horrible, misterioso, basta asomarse al primer párrafo del libro para entender la vida de lo que vendrá: “…en la tumba de Percy B. Shelley hay una lápida que dice ‘corazón de corazones’, pero falta el corazón. El corazón de Shelley está enterrado con Mary Shelley, su mujer, a cientos de kilómetros… Así que en una tumba hay una urna con cenizas incompletas y en la otra hay un corazón de más”.
Una disección histórica, una investigación sobre la complicidad entre crimen y medicina, la vindicación de una artista solitaria, una mujer perdida entre la ciudadanía masculina y que ni siquiera podía ponerle su nombre a su obra; y también la arqueología de nuestro amor por los zombies, todo en una prosa puntillosa, clara y brillante.
Pero sobre todo esto: un anaquel de freaks que miran a freaks que coleccionan a freaks. Allá están el señor Naples, jefe de una banda resurreccionista; Mr. Polidori, que odiaba a Byron; allá están todos los hijos que Mary Shelley fue perdiendo; allí está la escritora Fanny Burney, sometida a una larga operación de cáncer sin anestesia.
Y ahí, delante y detrás del libro, Esther Cross logra mostrar la vitalidad de lo vivido y de lo creado: ¿cómo puede ser que todo eso haya ocurrido? Parece cruel, épico, monstruoso. De una u otra manera, Frankestein revive. A su lado, ese otro monstruo: Miss Mary Shelley.

(publicado en la Voz del Int., 2013)
Fin del realismo
(Reseña sobre "Intercambio sobre una organización", de Violeta Kesselman)


Hay un cuento largo, brillante y tedioso de Foster Wallace donde retrata una reunión de marketing en una jerga críptica y alucinada; están los poemas de Gambarotta, García Helder y, sobre todo, “Poesía Civíl” de Sergio Raimondi, el mejor libro que une poesía, industria, economía y Estado en estas tierras; están aquellos momentos luminosos y agobiantes de la prosa de Juan José Saer, cuando le dedica páginas y páginas a la descripción de, por ejemplo, un partido de billar, y finalmente está “El campo y la ciudad”, aquella obra clave en el pensamiento de Raymond Williams.
Citando esa tradición, en los seis cuentos de “Intercambio sobre una organización”, el primer libro de Violeta Kesselman, no leemos la historia de amor entre tal y cual, el cuento de la princesa tal, los días anémicos y vacíos del joven xxx, ni las grandes e inverosímiles aventuras del doctor xxy. En una prosa programática que actualiza las diferentes variantes literarias de lo que se ha dado en llamar “objetivismo”, Kesselman pone el centro de atención en la militancia, la pobreza, el cooperativismo y los dilemas, tensiones y conflictos en los procesos alternativos de organización y producción.
En sus tesis sobre el cuento, Ricardo Piglia afirmaba que un cuento siempre cuenta dos historias: por ejemplo, el relato (1) de un tipo que va al casino, que esconde y construye a su vez el relato (2) de su suicidio.
La operación narrativa de Kesselman consistiría en lo siguiente: el tipo tiene o desearía tener alguna relación administrativa con el Estado. El lugar al que va no es el casino, sino a una reunión de personas que buscan formar una cooperativa que produce y vende anotadores. La narración no se preocuparía en construir el relato del suicidio futuro del tipo: Kesselman dejaría abierto un final relativamente positivo o negativo y se centraría en los problemas, decisiones, dudas, inconvenientes burocráticos y agentes que intervienen en la formación de la cooperativa y en la elaboración de anotadores.  “Prehistoria productiva de un objeto”, se llamaría (y de hecho se llama) el relato.
Lo que importa no son los individuos y sus pasiones novelescas, sino las decisiones que se toman y se sostienen en sentido colectivo en los sistemas alternativos de organización, parecería decirnos Kesselman. Había una vez el capital, dijo alguna vez Carlos Marx: Kesselman nos recuerda que ese es el fantasma que sigue soplando detrás de nuestras vidas.



(publicado en la Voz del Interior, 2013)