4. La historia del idiota agresivo que perdió al póker contra un lirón


Foe Foster era el típico idiota agresivo que rueda por el sistema educativo de la verde Alabama golpeando a los demás, haciendo inteligentes a los demás, alimentando sus venganzas inconscientes, vidas calculadoras llenas de precaución, astucia y miedo. Foe Foster fue, también, el típico idiota agresivo y blanco que se queda solo y anonadado cuando deja de rodar por el sistema educativo. Tuvo que buscar trabajo y vender su moto mientras los demás hacían hermosos viajes culturales a Israel, Holanda y Latinoamérica, cuando su madre huyó de casa con otra madre y entonces su padre le dijo que salía a comprar cigarrillos y no volvió más.
Foe Foster fue, además, quien introdujo el póquer en uno de los reformatorios de Alabama donde trabajó de lavandero. En sus momentos de descanso vagabundeaba por los pasillos y reunía a esas inofensivas criaturas y las sentaba en el depósito para educarlas en el juego del póker. Hacían una ronda y, si alguien no seguía correctamente las reglas del juego, Foe Foster le ponía una venda en los ojos y lo obligaba a quedarse parado en un rincón diciendo “soy el idiota”, “soy el idiota”. Y jugaban durante mucho rato, un juego muy aburrido en el que siempre ganaba Foe Foster y, si alguien cometía el atrevimiento de hacerle competencia, Foe Foster lo golpeaba en el estómago y prometía ahogar su cerebro en agua podrida y acostarse con su padre.

Así fue que Foe Foster rodó y rodó por el sistema educativo y luego creció y encontró trabajo en un Reformatorio, etc, hasta que uno de esos niños malnacidos que no quieren crecer a costa de los demás lo acusó a la psicóloga social, y ésta habló con el director del Reformatorio, y éste con su propia conciencia y con la oferta laboral, y así Foe Foster se quedó sin trabajo, sin dinero, sin uniforme, solo en el camino de árboles a la salida del Reformatorio, caminando hacia una vida sin familia, sin escuelas, con un mazo de cartas y lleno de soledad. Y fue entonces que Foe Foster se sentó en el césped verde de Alabama a mirar pasar las aves, y fue anocheciendo, y le entraron muchas ganas de jugar al póker y vio a su costado algo parecido a un lirón, y pegó un chiflido y repartió las cartas.