CANTO A LA NAVIDAD PODRIDA
¡Celebrad navidad!
Aunque, es verdad,
nos hemos sobrepasamos en edad
y, oh, cuán lejos yace aquella bondad
que nos permitía creer en una roja y blanca deidad,
junto a sus mágicos dindondán…
¿Adónde están?
¡Ay, pues, para el adulto nunca más sonarán!
Adiós a los confites: el nuevo convite es el alprazolam.
Será ésta una festividad infausta,
que causa sin pausa
ansiedad, suicidios y depresiones,
¡He allí mi único dios y mis bastiones!
Ahora ancianos gordos con intonsa barba blanca,
en lugar de montar renos,
montan en ancas
sobre hombres pagos que los fornican sin freno.
Y las meretrices desdentadas,
¿acaso comen garrapiñadas?
Saborean otra clase de dulces,
si es que no están en el suelo echadas en bruces
esperando que un perverso analmente las abuse.
En lugar de niños entonando villancicos loados,
beodos barbotean erutos e hipos por cualquier lado.
¡Ay, navidades flamantes eran las de antes,
de infancia tan regocijantes!
Con brillantes bengalas trazábamos corazones en el aire,
mientras que hoy una bengala produce incendiarios desaires.
¡Exultantes asaltantes, cretinos asesinos!
Sus deseos son que una bala zigzageante,
no se les cruce en el camino.
A seres desahuciados cito en mis ejemplos,
y con navideño espíritu os incito
a entender cuán pocos somos aquellos
que en familiares y bellos templos
gozamos de manjares exquisitos…
Jamás estaremos risueños
y esperaremos con fruncido ceño
que este día tan triste
dure menos que un ristre.
Para todos los desamparados
inventaré un símbolo más apropiado;
ni sabrosos bocados de pavos asados,
ni candorosos bordados dorados,
ni cestitos de mimbres con juguetes y urdimbres
ni copitos de una nieve que en diciembre nunca viene;
yo inventaré un arbolito engalanado más acorde
a los espíritus que del suicidio están siempre al borde.
En lugar de brillantes guirnaldas de pana,
colgad tripas humanas,
y en las más bajas ramas
rechonchas e inmundas ranas,
que aunque estén moribundas, croen con ganas
remplazando así las cristianas campanas…
Y os ruego que no tengáis miedo
de buscar fetos que no pasen los tres meses y medio,
porque como adornitos, a veces, son los más preciosos
cuando pensáis que ese niño muerto pudo haber sido un buen mozo.
¡Oh, sangre y alborozo!
Buscad de gente viva pequeños trozos
para ataviar las ramas finales,
como ser ojos coloridos, de preferencia azulados,
o dientes que con una pinza a los alaridos fueron extirpados.
Y para rematar unos decorados tales,
tan monstruosos como reales,
colocad un murciélago desplegado en la cresta,
de esos grandes que cuando os rozan
con sus alas cartilaginosas
de pánico acosan tu temerosa testa.
Y entonces este simbólico árbol
transmitirá un mensaje como tallado en mármol:
“que celebren los castos nochebuena;
yo, desde un rincón, entre sucios trastos,
pasaré solo nochebuena
mirando este cruento monumento
que tan basto expresa lo que siento,
porque en mi corazón ninguna campanita de alegría tintinea
mientras que la desesperación estrepitosamente truena”.
4 comentarios:
El Lucas navideño. Siempre llega.
Por ahora, me queda palpitando la aslusión a la bengala.
"tristeza no tem fin,
felicidade si"
un poco fete tu oda a la navidás
pero esta buena.
"Sabe llegar hasta lo más oscuro de nuestro ser y luego hacernos explotar en una carcajada"
"La Nación", 24 de diciembre, 2006
"Escalofriante, emocionante, increiblemente único. Dos palabras: Lucas Moreno."
"Clarín", 24 de diciembre, 2006
"Justo cuando la nochebuena se empezaba a tornar demasiado empalagante, Lucas Moreno nos deleita con su Canto a la navidad podrida"
"La Voz del Interior", 24 de diciembre de 2006
Es como Edgar Allan Poe, pero desquiciado...
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