Que pase el tren
(reseña de "El sunset Limited", de Cormac McCarthy)



En "Un dios salvaje", la última película de Polanski, dos parejas se trenzan en una discusión en una sala de estar. Cada uno expone sus mezquindades y es lentamente sometido a las mezquindades de los demás; se valen de todo tipo de argumentos y al final ninguno queda en pie. 
En los últimos meses (o años) varias discusiones parecen reducirse a A o B. Oficialista / no oficialista; izquierda / derecha; humor / animales; barcelona / real madrid, bueno / malo, etc. 
"El Sunset Limited", de Cormac McCarthy, se parece a lo primero y a lo segundo. En ella, un hombre llamado "Negro" trata de convencer a un intelectual llamado "Blanco" de que la vida vale la pena ser vivida y de que no tiene sentido tirarse debajo de un tren (el “Sunset Limited, léase: "El tren del ocaso"). 
Negro (ex presidiario y creyente) lo acaba de "rescatar" de un intento de suicidio y lo sienta a su mesa, en la que sólo hay un periódico y una biblia. Durante noventa páginas discuten amablemente. La terquedad de Negro se gana nuestra simpatía y Blanco resulta un pelmazo. Claro que al final Negro queda de rodillas y triunfa Blanco, para quien “la civilización occidental se esfumó finalmente bajo las chimeneas de Dachau”. 
McCarthy es uno de esos escasos autores inevitables, un especialista en describir largos paisajes desolados y la carrera salvaje en que los hombres se destrozan unos a otros sin piedad. “El Sunset Limited”, es lo que ocurre si McCarthy sólo trabaja con dos personajes, en un lugar cerrado, en una conversación abstracta de ribetes filosóficos, más parecido a Sartre o a un aprendiz de Von Trier.
Traducción marcadamente gallega (“no me pongas chinitas en los zapatos”, aprendemos a decir), encontramos en “El Sunset Limited” una obra de teatro camuflada, un producto de mercado hecho para la ocasión, una novela que, según la editorial (que parece haber leído otra cosa), “trata sobre la búsqueda de la felicidad”. 
“El Sunset Limited” es lo que sueña el autor de “La carretera” y “Meridiano de sangre” antes de escribir sus grandes obras. Es, también, el discurso de una sociedad encerrada que reduce el cosmos a dos opciones y a una discusión a puertas adentro.
“La carretera” era un intenso relato acerca de un padre y un hijo aislados en el fin del mundo, sometidos al hambre y a la voracidad de los demás. Lo poco que nos queda es el cariño, parecía decir. Lo poco que nos queda es la lucha y el cariño y balbucearle plegarias a lo poco que creemos. 
Rómpanse la cara contra ese libro.
Amén. 

(publicada en la Voz, el 2/06/12)