Una reunión muy roja


Cinco Papás Noel se encontraron por casualidad la tarde del 26 de diciembre en el cruce de una ruta que llevaba de una ciudad a otra. Estaban todos más que sorprendidos de encontrarse. Ninguno entendía nada.
El Papá Noel más gordo le dijo al que era más petiso: “Vos no sos el verdadero Papá Noel, sólo sos un enano con disfraz”.
El más petiso, ofendido por los gritos del gordo, le gritó al que tenía aspecto más joven: “¡Vos no sos el verdadero Papá Noel! ¡Papá Noel es viejo!”.
Y, a su vez, éste le gritó a otro de los Papás Noel, uno que era completamente pelado: “¡Papá Noel tiene barba y bastante pelo! ¡Vos tampoco sos Papá Noel!”.
El pelado, rojo de vergüenza, miró de reojo al que quedaba, y no pudo decir palabra, porque éste último era muy parecido a la imagen que todos se habían hecho de Papá Noel. “¡Y vos...!”, empezó a decir. “¡Y vos...!!!!”.
“¡Vos tenés el pantalón muy corto! ¡Un pantalón que ni siquiera es un pantalón! ¡Es una malla!”, “¡Vos tampoco sos Papá Noel!!!”.
El Papá Noel pelado estaba en lo correcto. En realidad todos estaban en lo correcto. Uno de los cinco era demasiado gordo, el otro demasiado enano, el siguiente no tenía pelo, el otro tenía un pantalón corto que parecía una malla y el restante, decididamente, era menor de edad.

Todo resultaba muy confuso en la ruta esa tarde del 26 de diciembre, justo dos días después de nochebuena y apenas un día después de Navidad.
Al sol le producía mucha gracia lo que veía, pero como era el sol no podía opinar. Sólo le quedaba alumbrar mucho o poco con sus rayos. Trató de poner mucha, mucha luz encima de los cinco Papás Noel, pero ninguno de ellos se dio cuenta. Estaban muy preocupados. Se miraban unos a otros y otros a uno. No sabían qué hacer, ni qué decir.
En la tarde de un 26 de diciembre, en un cruce de rutas, cinco Papás Noel no entendían nada de lo que acababa de pasar.


Siguieron discutiendo en un costado de la ruta hasta que de pronto, vieron que venía un camión grande y largo y rojo. Parecía una nave espacial. Era un camión muy raro, un camión rápido, enorme y rojo.
El camión frenó de golpe, justo al lado del cruce donde se habían encontrado los cinco Papás Noel.
Un hombrecito que parecía salido de otro planeta se asomó por la ventana de conductor.
Llevaba sombrero, tenía las orejas muy puntiagudas y un ojo de cada color.

El hombrecito saludó a cada uno de los cinco Papá Noel con sumo respeto:
“Buenas tardes, señor Papá Noel enano”.
“Buenas tardes, joven Papá Noel”.
“Buenas tardes, Papá Noel que le gusta nadar en el río”.
“Buenas tardes, otros Papá Noel”.
“Me llamo Marxxx”, les dijo.
Una vez que los saludó a todos y mientras el sol alumbraba muy intensamente, el hombrecito que parecía de otro planeta se bajó del camión y les explicó a los cinco Papás Noel que siguiendo esa ruta a toda velocidad en pocos días llegarían a una fiesta.
Una fiesta increíble. Una fiesta especial.
“¿Por qué es especial la fiesta?”, preguntó inmediatamente el Papá Noel pelado.
“Yo ya estuve en muchas fiestas y siempre las fiestas son especiales”, dijo el Papá Noel más gordo.
“Yo tengo calor y quiero ir a nadar en el río o en una pileta”, dijo el papá Noel que tenía un pantalón corto que parecía una malla.
Los cinco Papás Noel entrecruzaron miradas y entonces los cinco juntos, al mismo tiempo, preguntaron:
“¿Por qué es una fiesta tan especial esa fiesta que decís?”.        
El hombrecito que manejaba el camión rojo y que parecía de otro planeta levantó la vista, le sonrió al sol, se quedó callado un rato y finalmente les dijo:  
“Es una fiesta repleta de todas las Mamás Noel y todos los Reyes Magos. Incluso hay ángeles que sirven comidas y bebidas y atienden muy bien. Se pueden quedar todo el tiempo que quieran. Puede hacer lo que se les ocurra, y pedir cualquier cosa”.
Los cinco Papás Noel se miraron.
Uno era muy gordo para ser Papá Noel.
El otro demasiado joven, el otro era muy parecido a Papá Noel pero le gustaba mucho nadar y siempre tenía calor, el cuarto era pelado, el quinto sumamente petiso.
Hicieron un círculo entre todos para tomar una decisión.
“Tenemos que ir a esa fiesta”, dijeron al unísono.
Ya no les importaba para nada quien el verdadero Papá Noel.

Entonces los cinco se subieron contentos y ansiosos al camión largo, rojo y enorme por la parte de atrás.
El hombrecito que parecía de otro planeta cerró la puerta trasera y caminó lentamente hacia la cabina del conductor.
Sacó un reloj de uno de sus bolsillos, y lo golpeó contra el piso hasta que el reloj ya no funcionó más.
“¿Es muy lejos?”, gritaron los Cinco Papá Noel.
“No, en un rato llegamos”, les respondió el hombrecito que parecía de otro planeta y que tenía un ojo de cada color.
Mientras aceleraba, el hombrecito que se hacía llamar Marxxx puso la radio y empezó a tararear una canción.
El sol miraba todo esto y se reía como si le estuviesen haciendo cosquillas.
Luego se fue del mundo, como siempre ocurre con el sol y con todas las cosas.



 (Uno de los cuentos de "Cuatro cosmo cuentos", libro para seres 
menores editado por Sofía Cartonera)