Sobre "Un oso polar"
“La de Natale
es, decididamente, una de las voces más originales dentro de la narrativa que
hoy se escribe en Córdoba. Aprender a moverse por el realismo nostálgico y
distorsionado que propone implica emprender una aventura tan riesgosa y
exigente como caminar sobre una delgada capa de hielo sin saber si debajo se
esconde tierra firme, agua helada o un ejército de muñecas rusas con los
dientes bien afilados y el jugo gástrico dispuesto a digerir a otra muñeca
rusa, que en su panza digiere a una tercera y así hasta el infinito”.
(Federico
Falco)
“Si Córdoba
fuera la Dublin argentina –y es probable que lo sea–, Natale le pondría un
humor muy sutil a los personajes de Beckett. El coqueteo de Un oso
polar con lo efímero, lo deforme y lo universal, lo acercan a la
poesía de Luciano Lamberti y los experimentos narrativos de Federico Falco, con
quienes comparte un aire generacional de promesa no sólo en el perímetro de su
provincia sino a nivel nacional”.
(Juan Terranova)
“Sin embargo,
como el primero de los cuentos, los cuatro dan cuenta de un escritor original,
que con las mismas fichas de los otros jugadores ha hecho una apuesta
diferente, y que trae algo parecido a un aire de culminación para algunos de
los experimentos narrativos más habituales de la joven literatura
cordobesa.
En el mejor
de los otros cuentos, los personajes importantes llevan también la marca de la
disfuncionalidad, son todos diferentes: o bien indios pieles rojas, o bien un
niño que no habla y sólo escribe en el piso. En este cuento (Pieles rojas),
Natale vuelve a lograr imágenes sumamente sugestivas, extrañas. Hay una
preocupación casi cinematográfica en la construcción de las imágenes, tan
inquietantes como ligeramente temibles. Sería una cinematografía –una
narrativa– imposible, que mezclaría a David Lynch, Werner Herzog y Michel
Gondry para engendrar bestias balbuceantes y encantadoras, que parecen siempre
a punto de decir algo y no lo dicen, o lo dicen de una manera particularísima.
(Emanuel
Rodriguez)
“Me ha tocado
estar en una mesa de escritores en la que alguien dijo que tu libro era
buenísimo y por detrás escuché un coro de personas que repetían que
efectivamente lo era. Creo que decir eso sin hacer ningún comentario posterior,
cuando se está entre gente que escribe literatura, resulta por lo menos
intrascendente, del mismo modo decir que un libro es una porquería
sin dar ningún argumento”
(Pablo Dema)
“Podríamos no
haber conocido nunca algunos detalles (otra vez, en apariencia) defectuosos de
los cuentos. El narrador, sin embargo, se empeña en ponerlos de relieve e
inscribirlos en una suerte de saga nórdica doblada al español. Natale pasa con
habilidad del registro literario convencional a su versión paródica o absurda,
en un ida y vuelta construido con cuidado y equilibrio. No resulta caprichoso
este proceder: nos instiga, hasta deslizarnos suave pero decididamente fuera de
la silla”.
(Federico
Lavezzo)
“En ese
sentido estos cuentos son, más bien, las puntas de un iceberg que asoma de vez
en cuando, si las aguas bajan. O mejor aún, los colores que va teniendo el
iceberg a medida que el sol recorre el camino de un día. Y es que se trata de
textos donde las horas pasan, errantes como los protagonistas de las historias,
así de cambiantes según el modo en que la luz refracta sobre ellos. De hecho,
el cuento que abre el volumen, del mismo nombre que el libro, se abre con un
epígrafe de Wallace Stevens: “La lengua es un ojo”. Y se sabe, el ojo que mira
es capaz de trascender el mundo real y sumergirse en otros mundos, hechos con
letras pero profundamente visuales. Gilles Deleuze ha dicho que la literatura
consiste en inventar un pueblo que falta. Natale transita esa senda. Y cuando
se leen sus cuentos, uno siente el eco de una tradición siempre extranjera, que
une a quienes buscan cruzar la línea mágica y llegar al territorio de la
invención constante. La de los muchos mundos que habitan en éste”.
(Ivana
Romero)