Heladera

Últimamente escribo de madrugada, un rato antes de ir a dormir. Es como si regresara, escribiendo, sobre alguna de las cosas que pasaron en el día o como si me despojara de algunas cosas antes de quitarme la ropa y meterme entre las sábanas. 
Si el día tuvo algo muy malo, difícilmente pueda escribir: voy directo a la cama y duermo profundo, casi sin sueños. Si el día tuvo algo muy bueno, a veces escribo pero mientras tanto hablo con alguien, y luego me cuesta dormir: es como si siguiese charlando (o escribiendo). 
Cuando no tengo nada que escribir, no escribo. Escucho: el ruido del calefón, el respirador de la heladera, la tos de un vecino. 
Escribo fragmentos cortitos, trato de que empiecen y terminen para que queden, así, en la hoja, y pueda después decir: acá está eso, como si abriese un cajón, la cortina, la puerta de casa.