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Episodio 10: Periodo de entreguerras
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Dos guitarras, una acústica


En el principio fue Polo. No sé si se llamaba Fernando, Bernardo, o Fabián, pero le decían así, “Polo”. Vivía en una casa en cuya entrada había una reja y, detrás de la reja, un parque grande lleno de pasto seco y ropa puesta a secar. Cuando alguien golpeaba las manos, salía una señora que nunca estaba claro si era la madre o la sirvienta de la casa, porque en apariencia ambas eran iguales, sólo que a una de ellas Polo le decía “mamá”, a la otra no. Cuando lo conocí tenía el pelo corto pero se notaba que había tenido el pelo largo. Aparentemente, había vivido hasta los dieciséis años en Córdoba y después Polo, la madre y su sirvienta se habían mudado a la ciudad menor. Por esa época el aire de la ciudad era frío y pesado, y toda la gente caminaba con la cabeza gacha, pero si caminabas por la calle donde estaba la casa de Polo, el sonido de la guitarra eléctrica te la hacia levantar. El perro de Polo era un pastor alemán un poco estúpido, un perro con un ladrido horrible que se parecía a la tos de un anciano-robot, un ladrido que no espantaba a nadie, que a todos hacia reír pero que a mi me producía cierto horror, porque era como si el pastor alemán fuese un perro y, a la vez, otro perro distinto. De cualquier modo, el ladrido no tapaba la guitarra, ni tapó, meses después, el sonido de una voz. Una voz de mujer que, a veces, era similar al sonido inhumano y casi metálico que salía de la garganta del perro pero que, en otras, se acercaba a la voz sencilla y honesta de una adolescente de ciudad. Una tarde el pastor alemán no apareció más. Otra tarde, Polo estaba sentado en el pasto seco, fumando, debajo de la ropa puesta a tender. Otra tarde, llegó una chica con un buzo cuya capucha le tapaba la cara. Golpeó las manos, y como nadie abría se fue.
Después estuvo la noche en que fue el aniversario de la ciudad. Yo pasaba caminando por uno de los rincones de la municipalidad y vi que había un escenario montado y un señor horrible, que seguro tenía un mercedes benz, presentando a las “bandas de nuestro pueblo”. Tocaron unos chicos de trece años, unas canciones sumamente extrañas que parecían cuarteto mezclado con tango y con rap, en un lenguaje que no se entendía, para nada. Tocó una banda llamada “Islote”, una banda de pos-adolescentes con un sonido desarticulado y un cantante que estaba parado en el centro del escenario sin moverse, y después empezó a caminar como si fuera un escorpión. Tocaron después otras bandas, todas haciendo versiones similares de los temas que se escuchaban o se habían escuchado en la radio. A esa altura, lo que había pasado era, definitivamente, lo mejor. El hombre horrible del mercedes benz ya no estaba; con su desaparición se había llevado a tres cuartas partes del público. Quedaba el pasto verde, extenso y seco, el escenario encima, sin luces. Entonces subió una chica de aspecto oriental, con el flequillo recién cortado, un buzo de capucha caída y un pantalón militar.
Apoyada contra un árbol, la sirvienta o la madre de Polo, mirando el escenario, a la chica, y ahora también a un guitarrista con botas y a un baterista que se subió al escenario y colocó la batería al revés, dándole la espalda a lo que quedaba del publico. El guitarrista y el baterista discutieron mucho, se gritaban uno a otro con objetos de metal cerca de las manos, las cosas parecían que iban a terminar mal, hasta que Polo subió, una guitarra colgada por la espalda. Se sentó en el borde del escenario, agarró el micrófono que la chica tenia en la mano y dijo: “Vamos a tocar”.
Tocaron una hora. Una hora tocando canciones que nadie conocía, el baterista al revés, la voz extraña de la cantante, encima del pasto seco, al costado de la municipalidad. Esa noche les fue bien, parece que se sintieron cómodos y tocaron, algunas veces, en otros lados. Incluso llegaron a tocar en la ciudad mayor.
Una noche, en la estación de servicio que está a la salida de la ciudad, vi llegar a Polo. Llegó con tres o cuatro individuos mas, uno tatuado, el otro completamente drogado o borracho, el otro de traje. En la estación, como era de noche, el encargado, un chico de diecisiete o dieciocho años, se había dado el lujo de poner música. Rock, rock de principios de los 90, algo así. Polo se acercó, compró unos caramelos de menta, y pidió, por favor, que pusiesen mas baja la música. Después los muchachos del grupo hablaron. Estaban trabajando hace algunos años en el Casino.
Polo también.
Tenia las manos vacías arriba de la mesa, el pelo bien cortado. Era el que menos hablaba, pero tenía puesta la mirada ahí, no en otro lugar.

12 comentarios:

Anónimo dijo...

El Increíble Castillo Vagabundo te está esperando.

bzt: dijo...

oleeeee oleeeee oleeeeee oleeeeeee...poloooo...poloooooooo!!
yuuuuuuuuhuuuu...
lo mejor del recital: cuando tocaron "total, juan no vuelve"

ce vemoz

Anónimo dijo...

No te conformes. Polo está bien pero no te conformes.
Acerca de todo.

Anónimo dijo...

por las fotos.
por los escritos.
por las plantas propias y ajenas.
por los q nos observan caminar levitando por la calle.
por el alma lúcida de ayer a la tarde.

Javier Martínez Ramacciotti dijo...

Pablo, no sé cómo mierda hacés para que una "historia" sencilla devenga narración imantante. En serio, si yo hubiera pensado esa cadena de acciones la hubiera desechado "porque con eso no hago un cuento" Aún, se ve, me pesan en forma intuitiva-si ya no ideológica- cierto preceptos clásicos de la narración: esa idea de que el cuento debe ser un trampolín psíquico(cortazar), una mónada cerrada se sentido, saturada de hechos trascendentales. Yo sé que no debe ser así,pero a veces me condicionan aún. Leer este cuento me hace decirme "idiota" tres vecs en voz baja. Y está buenísimo. A ver si el paso siguiente es la mutación. Devenir escritor alien

Anónimo dijo...

Pienso lo mismo. Genial.

Anónimo dijo...

Muy bueno el cuento.
Me gusta, especialmente, la descripción de los sonidos que envuelven a Polo: su guitarra, su perro, la voz...
Sonidos eléctricos y metálicos, como el del violín-brasuca.

Y el batero de espalda al público.

Interesante Polo, primero sonoro y eléctrico, después callado y de manos vacías...

Pablo Natale dijo...

"M": Ya está. Ahora te toca hacer lo del Tetris.

Pannic Attack: Esa canción está muy bien. Tengo otra: "Pablo amanece con dolor de muelas" o "Molares concha tu hermana", "El milagro del Ibuprofeno" y "Te llevaste la cámara de fotos en mi mejor momento, Sicilia on the blood".

El que sabe: pienso lo mismo. Pero es un pensamiento un poco terrible.

Gitana-levitante-con-flequillo: ¿Te acordás? Una vez levité en el patio Colmos. ¿Te acordás? Después fui otra vez. Ya no pude levitar más. Por los comentarios por mensaje.

Turcoglu: Te juro que yo tampoco sé man. Pues, escribí con esos preceptos hasta que te hartes o hasta que estés seguro que por x razón eso no tiene sentido. Puede ser escritor Alien, o escritor Terminator, o titiritero. Una vez vi un Titiritero. En mendoza. Era muy divertido.

La que (no) sabe: Bueno, tendré que encontrar la vuelta. A todo. Volvieron las pesadillas. Una tras otra, antes y mientras el dolor de muelas, volvieron las pesadillas. Horribles (a pesar del martes, de un martes hermoso que tuve).

Uva eléctrica: Soñé que Cobain tocaba el violín y que tenía una vida larga y provechosa. Entonces en un concierto miró el violín, y como se sentía muy bien y muy anarca lo quiso partir en el piso como una guitarra.
Pero los violines no se parten en el piso como una guitarra. Juego de cuerdas: 150 pesos.
(ícono)

Sandrina dijo...

¿Cómo hay que hacer para caminar como escorpión?
Comentario de vieja chota: Muy ocurrente tu texto, me atrapó.
besos
Sandrina

Pablo Natale dijo...

Mirá un video de Tool llamado "Sober, en vivo, y después hablamos.
No hay viejas chotas, sólo chotas.
Rectifico: mirá todos los videos de Tool.
Vuelvo a rectificar: miren todos los videos de Tool.

Anónimo dijo...

Qué te pareció Historias Trsites?

Pablo Natale dijo...

Los dibujos estaban bien, pero leí sólo la primera de las historias y me pareció condenadamente aburrida. Predecible, sosa, y machista en general. En general me sé de memoria todo los discursos que hablan de la dictadura desde esa posición, y es una posición con la que ya no concuerdo, y que me aburre.
El giuón intentaba ser narrativo y poético, y quizás lo era, pero para mi no volaba, sino que era como si algo se cayera constantemente contra el piso, y lo intentara romper.
Pero no rompía nada.
Y al llegar a la segunda historia me quedé dormido.
En estos días prometo devolución.