No escaparán, muñecos...


Las cosas estaban más que bien entre Mara y Pedro. Habían empezado a salir juntos hacía tres meses y no habían pasado un día sin estar pegados el uno con el otro. En el aniversario del primer mes, Pedro le había regalado a Mara un auto de juguete que si apretabas un botón salía un muñeco vestido de frac con un ramo de flores. En el aniversario del segundo mes, Pedro le había regalado un auto de juguete igual de parecido, que si apretabas el mismo botón salía el mismo muñeco de frac, pero ahora con sombrero y una caja de chocolates. Además, le había mostrado con fascinación Pedro a Mara, si le quitabas el sombrero al muñeco de frac éste se ponía las dos manos en la cabeza, como tapándose la pelada, y de pronto sacaba un nuevo ramo de flores. Al tercer mes, Pedro apareció en un viejo auto negro en la casa de Mara, vestido casi igual que el muñeco de frac. Llevaba tres cajas. Una estaba llena de bombones de fruta y en las otras no se sabía qué. Pedro tocó el timbre de la casa y recién entonces, por la ventana, apareció Mara. Como ella se quedaba estática, sonriendo, Pedro tocó el timbre de vuelta. Inmediatamente Mara cerró la ventana y bajó corriendo a buscar los regalos. En la primera caja había bombones de fruta, pero no bombones de fruta de todos los colores, sino solamente color naranja. A Mara le gustaban tanto los bombones de fruta color naranja que ni siquiera quiso abrir los otros regalos Avanzaron hacia el auto. Pedro abrió la puerta del acompañante y Mara subió. Una vez dentro, Mara se miró en el espejo retrovisor, al tiempo que Pedro abría la puerta, se sentaba en el coche, y arrancó. Salieron a pasear, felices, por toda la ciudad, los dos agarrados de la mano, en el asiento trasero muchos bombones de fruta y dos cajas cerradas.


A todo esto, en la ciudad habían estado pasando algunas cosas. Pedro y Mara se sentían siempre tan bien juntos y dormían tan bien cuando estaban solos que ignoraban completamente los detalles importantes de la cuestión. Tres meses atrás, una pareja había llegado de un pueblo lejano para pasar las vacaciones. Habían reservado por quince días la habitación del hotel Lo Universal pero, aparentemente, como no podían dormir y estaban demasiado felices, la primera noche decidieron comer y luego salir a pasear en auto por las montañas de la ciudad. Parece que de golpe llegó la tormenta y la pareja quedó estancada en el camino de las montañas, tuvo un accidente, el auto explotó y a ellos se les quemaron los huesos. Todo esto Mara y Pedro lo sabían porque lo sabía toda la ciudad. También conocían la historia de Diego y Diegoína, que sucedió exactamente un mes después de aquella. Diego y Diegoína, a diferencia de la pareja anterior, era una pareja de adultos autóctonos que en su 32º aniversario hicieron una enorme fiesta y durante la noche, como cierre de la enorme fiesta, llevaron a todos sus invitados a brindar, aspirar polvo de estrellas y bailar en el aire libre de las montañas. Sucedió que, pasadas las tres de la mañana, repentinamente llegó la tormenta. Casi todos salieron corriendo despavoridos, porque si caía piedra se iban a arruinar los autos y, si sólo llovía, pero mucho, se les iban a arruinar los trajes, que eran todos trajes caros de alquiler. Diego y Diegoína, en cambio, prefirieron sentarse en el capó de su auto y esperar a que frenara la lluvia y llegara el amanecer agarrados de la mano. Como explicaron los noticieros días más tarde, la tormenta eléctrica trajo fuertes rayos y uno estalló justo encima del autito de la pareja feliz. Los dos murieron incinerados, la carne desapareció y los huesos se derritieron hasta hacer uno y el mismo jugo.


De lo que no estaban informados Pedro y Mara era que, en el baúl del auto, Diego y Diegoína tenían guardados muchos regalos. Entre ellos, una caja de bombones frutales (algunos de naranja), un libro Muy Importante encerrado en un paquete y, exactamente debajo de él, una caja que no habían abierto, un regalo sorpresa que habían preferido guardar. Eso no lo sabía nadie, tampoco el noticiero. Menos aún, que la primera pareja, la de extranjeros en el hotel, la tarde previa al momento de mutua defunción la había pasado de compras. Tarde en la que, obviamente, habían comprado una caja de bombones, un libro Muy Importante y un pequeño gatito de color negro y rayas blancas llamado “Noé”.


Pedro y Mara recorrieron el centro de la ciudad, saludaron a algunas personas mientras intercambiaban imágenes de un futuro prometedor y escuchaban música gospel. Al principio Mara se metía uno tras otro los bombones frutales de naranja. Hacía buches de caramelo y le sonreía a Pedro mostrándole el buche jugoso y todos los dientes. A Pedro esto le causaba mucha gracia, tanta que le dieron ganas de soltar el volante y apretar fuertemente la cara de Mara, acercarla a la suya y besarla sin descansar. Pero no lo hizo: Pedro era muy precavido, sabía que tenía mucho tiempo por delante, y se guardó para después. Fueron a comer juntos a un restaurant barato y, si bien Mara no tenía mucha hambre, dijo que la comida estaba “delicadamente deliciosa”. Al escuchar esto a Pedro le dieron inmensas ganas de besarla otra vez; igual se aguantó. Acompañaron la cena tomando jugo de naranja con vino, esto al mozo le dio asco pero a ellos no, y, una vez que pagaron, salieron a toda máquina hacia el mirador que estaba en una de las montañas principales de la ciudad. Estaban tan concentrados uno con el otro que no se dieron cuenta que una de las cajas del asiento trasero ya no estaba, como si la hubiesen robado o como si hubiese sido una caja con patas que se fue sola a pasear. Si es que algo llegaron a ver por el espejo retrovisor, fue la enorme tormenta traída velozmente por el viento hacia la ciudad.
Una vez en el mirador de la montaña, Pedro y Mara abrieron las puertas y, sin prestar atención a los regalos, a la tormenta o a las cajas, se subieron al capó del viejo auto negro. Mara hizo un buche extra grande de caramelos de naranja y Pedro la agarró del pelo y de la cara y le dio un beso con lengua, largo, animal y profundo. Mara apretó las manos fuertemente contra el capó mientras inclinaba la cabeza y, con la mano que le sobraba, Pedro le acarició la espalda lentamente hasta dar con un botón. Justo cuando estaba por apretarlo, creyó escuchar el maullido de un gato. No le hizo caso. Entonces sí, apretó fuerte el botón: Mara largó un pequeño gemido y un enorme rayo los incineró hasta la eternidad, segundos antes de que se largara la lluvia y un gato negro con rayas blancas corriera despavorido montaña abajo maullando de soledad. Relámpagos y relámpagos estallaban todo a su alrededor, los senderos se llenaban de agua, el gato ladera abajo flotando encima de un libro.

18 comentarios:

Scarlett dijo...

Es al pedo, che.
Sos un gran narrador.
El cuento me encantó. Qué suerte que volvieron los relatos a tu blog.

Tengo una cachorrita nueva que se llama Shakira, que es negra, peluda y muy chiquita. Me hace muy feliz, pero no tanto como para no poder dormir y tener que salir a mirar montañas.

Anónimo dijo...

tengo pararrayos

y un paraguas grande para mojarme poco

Zebra dijo...

Debería integrar alguna antología de cuentos para regalar en San Valentín.

Yararán dijo...

Lindo cuento, me gustan los finales con muertes pero odio los caramelos naranjas o de sabor naranja.

Unknown dijo...

A mí me gustó.
No iba a dejar comentario pero vi que la ideología de este blog mantiene con vida a un gato a fuerza de comentarios así que, como me encantan los gatos de todos colores (y precios)
heme aquí.

Gran relato, man.
Slds

Ah, Pedro todavía no reclamó su regalo... ¿sufrirá con su Mara de algún rayo subido al capó de un viejo auto bordó?

No lo sé.

Pablo Natale dijo...

Anox: Ni idea che. ¿Qué sos, Chilavert?

Pelirroja reloaded: Shakira es nombre de hamster. Madonna es nombre de perro. Shakira Madonna es nombre de perro chiquito. Rebautismo!

Zebra aireada: Ta heavy. Como que debería empezar o cerrar el libro. Y venir con imágenes emotivas de Titanic.

Yayayan: entonces me como los de naranja y te guardo los otros. ¿Qué hago con las flores? ¿Se las dejo a Chilavert?

Anónimo dijo...

Pablo: he decidido comentar, no me has defraudado. Ingresé después de leer tu muy buen libro y conocí a Kaki King (bien, muy bien) luego me vi las dos temporadas de Carnivále. Por lo tanto no se si te sigo como un zonzo seguidor de Alexsei brother Justin, o como un seguidor descreído de Ben Hawkins.
Por momentos la serie me hizo acordar a Twin Peaks, en fin. El cuento me gustó, Pedro no se si es romántico, cursi o un psicópata hegeliano.

saludos
alberto rm

Unknown dijo...

siempre desconfíe de los muñecos

Anónimo dijo...

Hay cada muñeco!

Lo bueno es que Chilavert pateaba penales y los atajaba. Tambien acepta flores Chilavert. No era un tipo cool, pero salias campeon.

Prefiero morir carbonizado como Pedro y Mara, y no tener que comprar leña en el super.

Anónimo dijo...

Muy buen cuento! suspenso suspenso. Suerte que los bombones eran de fruta y no de cofler.
El de marquitos verde tambien, pero se ve que sin querer lo borré o se evaporó porque no lo puedo encontrar en la bandeja de entrada. Asíque si te acordas me lo mandas de nuevo? Y el de la bruja!
El tema de The National que te decía el otro día era Fake empire, y me sirvió para practicar armonía: Do Fa Sol, y despues la m en vez de Do : ) Aunque dudo que me pongan ese tema en el parcial...

Pablo Natale dijo...

Funes: mirá, yo todo bien con los gatos, pero el minino ese hijo de pu quería cobrarme el uso de la imagen y lo tuve que mandar a la perrera.
Lo último que supe de Mairal fue que estaba en avión con Incardona. A ver si se pone las pilas y busca el libelo. O le mando a "Noé".
pd: Funes y Luna son nombres excelentes para un cuento.

Alberto: ¿Te viste todo Carnivale? Muy bien! Vean Carnivale, mierda. VEAN TODO CARNIVALE! Buenísimo te haya gustado el libro. Lo de Hegel me dejó pensando. (Discusión interna: ¿Scudder era un psicópata hegeliano?)

Boop: yo desconfío de los animales. (Salvo los gatos).

Anox: Igual Chilavert debe tener menos 14s de febrero que el Señor Burns (chiste doble). Y daban ganas de que después de un gol lo parta un rayo.

Uva: Va el de Marcos Verde por mail, pero ese es trabajo out of blog (para mí que lo quemaste, como una casa). Suponía que el tema era ése; lo saqué en la guitarra con esos mismos acordes, pero sin piano suena fake (falso)(cuec).

Unknown dijo...

Nah...
ese sos vos????
en serio????



psicólogo de chanes!!!

Anónimo dijo...

Entendí mal o al final el gato era surfer?

Pablo Natale dijo...

No no no. Elisa dice eso para piropearme.
El de la foto es mi hermano menor. Yo era sumamente parecido (para comparaciones consultar foto en "http://pacmanvuelve.blogspot.com/2007/12/la-gramtica-de-mi-madre-en-una-pelcula.html").
Pero entonces me pasó lo contrario de Dorian Grey (o sea, me avejenté como un gnomo).

Ano: Claro bebé. Y Mara era una de las chicas reef.

Anónimo dijo...

"La verdadera intensidad del espíritu es alcanzar la fuerza de la contradicción". Beliakov vs Scudder, padres vs hijos. Creo que los Beliakov conocían el "espíritu de su época" y eso los hace hegelianos. Los Scudder lo niegan y escapan, y eso también los hace hegelianos. Ahora, lo de Scudder padre se puede llegar a explicar luego de los sucesos posteriores a su nacimiento, ahí también aparece el número tres y en la madre una solución trágica. ¿En qué equipo juega miss Iris? ¿A quien espera, o que mira desde la cima del “new Canaán”?

saludos
alberto rm

pd. Insisto con Twin Peaks, sino la conseguís la tengo en Dvd.

Anónimo dijo...

Hace mucho que no visito estos lugares, veo que lagunas cosas han cambiado...

En cuanto los muñecos, fue raro como lo resolviste, nunca hubiera imaginado que eligieras un final que fuera predecible. Aunque debo admitir que es un relato interesante, y que voy a dudar cuando alguien me regale bombones naranja (¿son los que parecen gajitos no?? como para saber no más)

Un gusto volver a leerlo...

un beso señor

Adiozzz

La Caro ( Avizpa)

Anónimo dijo...

Pablo:

me gustó el cuento, me gusta mucho el estilo, cierta recursividad en las palabras que resuena también en imagénes muy logradas. muy emotivo el relato.y me pareció genial el primer párrafo: la imagen del auto de juguete es hermosa. Y luego como se va ampliando la narración desde allí. todo muy bien resuelto.
saludos desde río 4.

Pablo Natale dijo...

El primer párrafo es como un pequeño juego de cajas chinas. Me hace acordar, ahora, a la distancia, a ciertos trucos en el relato de Millhauser que está en interzona.
Musicalidad, sí.
Sin embargo, en otros relatos como este, siento que el narrador está demasiado lejos de los personajes, que los miro, casi, con sorna.
Saludos desde Cba.
Lástima no pude ir a escuchar a Di Marco el domingo pasado.