Los incompletos
(gentileza de Rosana Fernández)


Nunca fui a una Clínica. Fui a unos Talleres de Fotografía (x2), a unas Miradas Oblicuas (x2), a un Taller de Escrituras (x2), a una Lectura de Obra (x1), a una Mirada Simultánea (x1), a un Seminario / Taller (x3), a unas Clases de Video, etc.

Todos estos espacios están o estuvieron en Córdoba, y fueron abiertos por personas que en algún momento decidieron ser artistas o que en algún momento decidieron dejar de serlo. A todos ellos han concurrido personas que en algún momento quisieron ser artistas o que en algún momento quisieron dejar de serlo.

Me gusta pensar en estos lugares como espacios que alguien abre, como quien abre las puertas de su casa, (y de hecho varios de ellos funcionan o funcionaron en casas), como quien invita a otros a compartir un espacio. Y donde concurren otras personas (en la mayoría de los casos a un encuentro semanal) que están de paso. Espacios pequeños, poco numerosos, poco concurridos, que se abren y se cierran a menudo, poco durables. Cambian de lugar, se mudan, se renuevan con facilidad, nada institucionales.

Cada uno tiene características particulares y diferentes, pero fundamentalmente creo que se encargan de reunir personas que mantienen preguntas abiertas con respecto al arte. Entre miradas oblicuas y simultáneas, entre lecturas diversas y pensamientos plurales, se abren espacios diagonales. Donde las personas (artistas o no) pueden relacionarse fuera de ejes verticales u horizontales si los mueve un mismo deseo de compartir interrogantes, o un similar grado de curiosidad, o unas mismas ganas de hacer y de asombrarse, y de encontrarse en ese asombro con otras personas.

Siempre me pareció bastante pretencioso (por no decir bastante ingenuo, por no decir imposible) decir yo hago arte, (así en singular). Creo que sería una tarea infinita e interminable, que ninguna persona podría llevar a cabo por sí misma. Me parece que más que pares somos todos impares en lugares como éste donde siempre estamos incompletos, aunque hayan pasado 5, 15, 55 años desde que estemos realizando esa tarea…para la que sin duda nunca estaremos preparados…

Tal vez si dentro del arte dejáramos de ver obras, dejáramos de hablar de obras y viéramos un conjunto de fuerzas, y pensáramos que las fuerzas necesitan tensiones para existir, (nadie puede tensionarse a sí mismo), de relaciones entre fuerzas, de lo que surge de esas fuerzas, percibiríamos un poco mejor lo que escapa a las obras. Lo que sigue circulando, lo que desorganiza las construcciones, lo que no se asienta. Lo que atraviesa.

Pienso en el arte (y en una forma de relacionarse con el arte) como un estado siempre inconcluso y mucho más extenso que una obra personal (en la suposición de que eso pudiera existir). Creo que puede pensarse el arte como una conversación llena de indecibles en la que participan muchas personas, un diálogo directo o indirecto, lleno de malentendidos, de promesas incumplidas, de muertes y resurrecciones, de olvidos y redescubrimientos, de citas y de invitaciones, de saludos y de muchos etcs.

Tal vez el mayor aporte de estos lugares no sea el análisis o el desarrollo de un proyecto o de un proceso o de una producción o de una obra personal (o colectiva, para el caso es lo mismo). Creo que de hecho casi no vi obras en estos espacios, ni de las personas que los proponían, ni de las personas que asistían, vi documentos de obras, ideas de obras por hacer, relatos de obras ya hechas, procesos, proyectos, obras inacabadas, por ser terminadas, por ser discutidas, por ser olvidadas, obras difusas. Lo que se propone no es una situación expositiva, lo que se muestra se da a conocer de una forma digamos de entre casa, casi intima, a un no público.

Me parece que mas bien estos espacios desbaratan y articulan, producen intercambios, reúnen, sitúan en un contexto, desbordan, extienden, eso previamente construido que las personas llevan al lugar. Creo que puede pensarse en ellos como zonas móviles donde las conversaciones surgen para permanecer abiertas, para ser extendidas en otro lugar, en otro momento.

Quizás estos sitios no surjan y se mantengan tanto por una necesidad de analizar lo hecho o lo pensado, lo concluido, tanto en uno mismo como en los otros, sino en una curiosidad por saber que es lo que no hicimos, lo que no pensamos, lo que no concluimos. Lo que se nos escapa, siempre. Una necesidad de encuentro con otros que quizás quieren saber lo mismo, (con la sospecha casi asumida de antemano de que no vamos a descubrirlo).

Las obras se construyen, los cv se construyen, los artistas se construyen, los públicos se construyen, las estéticas, las necesidades, las posiciones, las relaciones, las propuestas, los programas, las ideas, los análisis, los críticos, las críticas, las preguntas, las respuestas, los circuitos, los talleres, los seminarios, las miradas. El arte es algo que se deja atravesar por todo eso pero que no se deja explicar por nada de eso. Y para los que insisten en la pregunta sigue plegando estados incompletos en lugares como estos, donde las personas se encuentran con disponibilidad para desplegarlos.

¿Puede pensarse el arte desde una obra personal? ¿Puede pensarse una obra personal desde el arte? ¿A cuantas personas incluye una obra? ¿Una obra es una obra?

Creo que me gusta un poco el fracaso de estos lugares…casi nadie parece encontrar lo que iba a buscar…la pregunta que al final se repite es: ¿a vos te sirvió ir a…? Creo que estos lugares son buenos para darse cuenta que el singular de esa pregunta (en la suposición de que fuera algo más que un estado un tanto ilusorio) importa bastante poco.

(Este texto salió junto al mío en la revista "Un pequeño deseo". Me gusta el contraste que hacen, incluso hay cosas de éste que me hubiese encantado decir, cosas que quizás no estaba listo para formular con tanta claridad. Agradezco a Rosana por permitirme subirlo al blog para darle otro espacio a ese diálogo. Los dos textos son, en cierto modo, un pequeño regalo para las personas que me acompañaron este año en el aprendizaje de coordinar talleres de escritura. La foto se llama "Albuquerque existe", y está basada en un excelente cuento de Blanca Riestra, que tiene un final que saca los ojos y que ahora va a parar a mi biblioteca virtual de preferidos).

2 comentarios:

r dijo...

bello cuento
tiene un bosque de la noche
(la imagen también)

Pablo Natale dijo...

Lo raro es que Blanca Riestra es española. Yo pensé, al leerlo, que era mexicana.
(de pronto parece que tengo una obsesión con los bosques)