Mi vecino, acá a 5 mil kilómetros de tu casa...


Hola, Pablo

Un día vamos a conocernos. Probablemente aquí en el medio del continente, o allá, en uno de sus extremos. Hace menos de dos meses me escribiste y ahora sabemos un par de cosas de cada uno. Pero no nos hemos visto nunca.

Leí tu libro, Vida en común. Iba a escribirte un prólogo pero esa palabra está tan cargada, pesa tanto que me supera. Mejor busco las filas de atrás, mejor te escribo esta carta, un mail. Algo más cercano a este libro de momentos intensos en su fragilidad. Unos textos de gente que trata de dormir, de ruedas de bicicleta que giran, de hebillas fucsias que uno abre y cierra como un tic, de hermanas de siete años, de objetos que se protegen solos, de la tierra y los ladrillos con que se construyen las casas.

Te decía la otra vez, hablando de un clip de tu banda Bosques de Groenlandia, que me gustaba que en el audio, a la misma altura de la canción, se escuchaba gente toser, alguien arrastra una silla, alguno comenta por lo bajo.

Este libro habla un idioma compartido. Vida en común es un libro extensivo. Lo pudo haber escrito mi vecino, aquí a más cinco mil kilómetros de tu casa. Y eso, desde donde opino, sólo puede ser positivo. Uno lee y, de forma automática, es parte de esa familia. Uno lee y se apropia de inmediato de la frase “el cariño como un secreto de la respiración”.

Se dice hablar bajo, se dice andar por la sombra, pero ¿cómo se dice eso del acto de escribir? Este libro habla bajo, camina por el lado de la sombra. Uso palabras de tu libro, fuera de contexto, para decir que una buena parte de la literatura que me gusta se escribe de manera insegura y definitiva.

Ya nos vamos a conocer. Un abrazo.
L. CH.

(Prólogo de Vida en común, por Luis Chaves)