Como inmigrantes en el viejo mundo
(Sobre "Hoy el cielo está azul y blanco y...", de Tao Lin)



En 2006 Pablo Dacal publicó “El asesinato del rock”, un manifiesto estético donde habla del conservadurismo del rock y de la búsqueda ardua y necesaria de nuevas sensibilidades. En una parte decía “Cantamos nuestro idioma y vivimos nuestro sitio. No nos alcanza el tiempo”. Años atrás, el cineasta y escritor Martín Rejtman había modificado las coordenadas estilísticas al enfatizar la abulia, el desencanto y el crecimiento sin causa como elementos omnipresentes de sus obras.
Tao Lin (1983), de padres taiwaneses y residencia norteamericana, parece ser un fan póstumo e imposible de Rejtman y de las ideas de Dacal. Amado y odiado por los críticos, controversial, con una gran capacidad de autopromoción, Lin ha sido comparado con Carver, Beckett, Coupland, Kafka, Easton Ellis, etc, etc.
En “Hoy el cielo está azul y blanco con manchas azul brillante y una luna pálida y pequeña y voy a destruir nuestra relación hoy”, encontramos quince cuentos: algunos de media carilla, otros de doce, algunos angustiantes, otros predecibles, todos marcados por una prosa despojada que reemplaza el asco, el exhibicionismo y el alcohol de Bukowski por un mundo helado y rutinario. Los personajes de Lin quieren dormir todo el tiempo: faltos de vitalidad, sonámbulos, empastillados, zombies, son inmigrantes en el viejo mundo de siempre.
“Richie”, por ejemplo, cuenta la historia del secuestro de una familia, en boca del hijo único. Pero resulta que el hijo único es alarmantemente pasivo, que los secuestradores son compañeros de colegio que están buscando dinero fácil y que lo único que dice el padre es la cantidad de plata que está perdiendo por minuto. En “Debería” asistimos al apareamiento frustrado de una pareja de jóvenes que no tiene casi nada que decirse. Uno de ellos no tiene trabajo, la otra está todo el tiempo deprimida. Lo único que sabemos del mundo exterior es que hay un local donde venden colchones a buen precio.
Y acá conviene aclararlo: Tao Lin no es una promesa literaria ni el cabecilla de ninguna generación. Es un escritor cuya obra está anclada en el presente, presente por el que se muestra seducido y a la vez alienado, al igual que lo estamos todos respecto de las viejas ideas, el capitalismo tardío, las nuevas tecnologías, la juventud, la alegría, el aburrimiento y el amor.
Intrínsicamente ligado a la sobreexposición, a actualizarse y a propagarse, Tao Lin” no es sólo un escritor joven, sino también un software.


(publicada en La Voz del Int., noviembre de 2012)