Cinco hipótesis sobre los mundiales


1. Me acuerdo exactamente donde vi la final del mundial 90: en una habitación matrimonial, tirados con mis amigos de infancia. Más aún: me acuerdo que todos en esa habitación y en este lado del país sabíamos a dónde iba a patear el penal Brehme, a dónde iba a ir Goyco, y que la final estaba perdida si Alemania convertía ese penal. Uno de los chicos en esa habitación llamaba Sergio. Era pecoso. Cuando jugábamos en la calle, era el que más se quejaba, siempre decía que no le hiciéramos foul, que sino tenía que ir al médico. Luego de la final no quiso que pisáramos más su casa. Después creció, no supe más de él. Tengo esa foto mental de nosotros, en ese mundial, junto a tres amigos más, en una habitación minúscula. También me acuerdo donde vi la final del 2014, la goleada alemana de 2010, y me acuerdo de partidos insólitos (Uruguay vs Ghana, en 2010; Italia vs Chile, en el 98): podría sacar recuerdos de cada uno de los mundiales, hilarlos, contar, de algún modo, cualquier historia. Hipótesis 1: los mundiales son como traumas de infancia, o como magdalenas proustianas; son como una máquina de pasar diapositivas o un álbum de fotos: oh, te acordás, parecen decirnos, lo que fueron aquellos días.

2. Cantando la canción que está por encima de las hinchadas, se podría insistir (por enésima vez) con que los mundiales son fachadas. Sirven para esconder lo que realmente pasa, son el opio del pueblo mundialista, se usan en la agenda política para tapar malestares de turno y realizar medidas descorazonadoras: son como la caverna de Platón pero con pasto verde, sombras y gente apasionada y millonaria corriendo detrás de un balón. Sucede que podría decirse exactamente lo contrario, jugando sencillo, tocando corto. Hipótesis 2: un mundial no esconde ni es fachada, sino que es más bien una demostración, un exceso de literalidad: en los mundiales compiten naciones con sus hombres más representativos, empujando una pelota de dinero que, si traspasa un límite (blanco), perjudica la moral y la economía del equipo contrario hasta dejarla en el horno. En un mundial participan muchísimas naciones, pero solo triunfa y es premiada una. Está clarísimo quienes van a ganar y quienes no: jamás los equipos mundialistas emergentes. Los protagonistas suelen ser los emprendedores, los egoístas, el trabajo manufacturado y maquínico en equipo, la tradición, el pulso de la continuidad, el reconocimiento del pasado pisado: un cambio menorsísimo es discutido hasta el hartazgo.

3. Según los manuales oficiales de historia (y de acuerdo a la cantidad de países implicados) hubo dos grandes guerras mundiales. Una fue previa al primer gran torneo futbolístico. La otra (la segunda) interrumpió por única y excepcional vez la continuidad futbolera. Desde entonces, cada cuatro años, pueden pasar miles de cosas en el mundo, pero siguen los mundiales. Puede haber muertos en Qatar, vietnamitas carbonizados, gritos monumentales de torturados, paros de transporte, favelas destrozadas, puede haber un cambio repentino de sede (de Colombia a México), un terremoto letal, pero nada, absolutamente nada ha podido detener, desde 1950, a los mundiales de fútbol y a las millonarísimas ganancias obtenidas a través de ellos. Hipótesis 3: es más difícil frenar un mundial que una guerra.  

4. Y sin embargo. Podría decirse que hay cambios de héroes futbolísticos cada treinta años, que cada treinta años aparecen grandísimas figuras enemistadas y que dos de esas figuras son representantes argentinos. Y también podría decirse que el espectáculo del fútbol (como las tecnologías de la comunicación) se ve drásticamente modificado cada treinta años: de la radio a la televisión, de la televisión al gran mercado publicitario, de ahí al mundo entero y la web, llevando el fútbol a lugares insólitos, incluyendo a todo país que pueda llamarse un país, etcétera. De una u otra manera, toca un nuevo ciclo treinteañero: se viene un cambio exterior a las propias reglas de juego y a la tradición más arcaica. Hipótesis 4: pronto se acabarán los mundiales tal como los conocemos. Será por el cambio climático, o será porque desaparecerán las naciones modernas, o será porque habrá equipos mixtos con nuevas reglas o por un volcán que erupciona en el mismo momento de un partido o por un ataque terrorista o por uno de los últimos grandes ataques financieros. Hipótesis excesiva, y ahora profecía: luego de 2030 ya no habrá más mundiales. Se retirarán cumpliendo sus cien años. Firma: Nostradamus FC.

5. Hipótesis 5: existe el mundial de los medios. Debería incluirse en el fixture, y deberíamos ir viendo los (previsibles) resultados. Grupo A: Aumento de la boleta de gas, Desalojos en Juárez Celman, Fotos de paisaje nevado o con vientito, Las bondades del FMI. Grupo B: Muerte de famoso, Problema ecológico en lugar distante, Capitán Dólar, Recorte de fondos públicos. Grupo C: Aumentos en la Nafta, Aumentos en el colectivo, Aumentos en La Luz, Criminalización de la protesta. Grupo D: Celebración del emprendedor de turno, Algo horrible que pasa en un lugar lejano qué suerte, Elogio de la Civilidad educada, Críticas a la Educación Pública. Grupo E (“el grupo de la muerte”): Publicidades encubiertas sobre la “provida”, Lluvia de inversiones, La Pesada Herencia, Gran Crisis Nacional. Grupo F: complétenlo ustedes, elijan sus mejores figuritas. Y entonces, cuando terminen de hacerlo, miren esa pelota luminosa, cómo rueda por el cielo.