Juan Nepomuceno, su gato y los molinos
(cuento para niños para el primer número de la Revista Rampante.
Viene escondido en la revista, casi un libro adentro de ella. Y con esta encantadora tapa)
Viene escondido en la revista, casi un libro adentro de ella. Y con esta encantadora tapa)
Apenas
despertó, Juan Nepomuceno se dio cuenta de que había perdido a su gato: ¡otra
vez!
No
estaba en la alacena, no estaba en el saco de harina, ni durmiendo dentro del
horno.
Decidido
a encontrarlo, Juan Nepomuceno salió de casa. El barrio estaba completamente
distinto: no había casas, no había calles, no había panaderías ni quioscos.
Sólo campos de trigo y grandes molinos.
En uno
de los molinos había un tipo con una armadura y un palo de escoba dándole
golpes a las paredes y gritando “¡Viva mi imaginación!”.
En otro
de los molinos había un señor panzón tendido, roncando. Juan Nepomuceno se
acercó a preguntarle si había visto a su gato y el señor panzón se despertó y
empezó a decir cosas raras: “De tal palo tal pastilla”, “Más vale pájaro en
mano que billete de cien volando”.
Juan
Nepomuceno no entendió nada, así que siguió camino.
Pasó
por un molino donde se hacían medialunas que tenían sabor a sol, pasó por un
molino donde se hacía un pan increíble con un sabor asombroso pero que no se
podía ver ni tocar. Pasó por un molino donde hacían pan con pasto, que era más
sano y fortificador.
Finalmente
pasó por un molino donde había una bruja que hacía pan de chocolate, pero no se
lo podía vender a nadie porque era obvio que era una bruja.
Como
las brujas suelen estar rodeadas de gatos, Juan Nepomuceno se acercó a
ella.
–¿No
vio a mi gato? Se me perdió de nuevo –le dijo.
–No, no
vi nada –contestó la Bruja–. Pero si probás mi pan especial de chocolate quizás
lo puedas encontrar.
Obviamente,
Juan Nepomuceno dudó. Le gustaba el chocolate, pero le daba mala espina la
bruja. Entonces se acordó del panzón que decía frases incomprensibles y del pan
rico que no se podía ver ni tocar y del caballero de la loca armadura. Había
cosas más raras en el mundo que una bruja que regalaba pan.
Juan
Nepomuceno probó el pan de la bruja. Estaba bien, pero le faltaba sabor.
–Le
falta sabor –dijo Juan Nepomuceno, pero eso no le quitó la sonrisa de la cara a
la bruja.
–¡Es la
primera vez que alguien prueba mi pan! ¡Ahora sé qué le falta: azúcar! ¡Muchas
gracias! –dijo, y se metió al molino saltando contenta.
Juan
Nepomuceno volvió caminando a casa. Le costó un poquito encontrarla entre
tantos molinos.
Cuando
abrió la vieja puerta, vio a su gato trepado arriba de la mesa.
–¡Acá
hay gato encerrado! –le dijo Juan.
–Miau
–dijo el gato.
Y todo
sanseacabó.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario