Eterno resplandor de una mente sin comienzos
0. ¿Cómo empezar un cuento, cómo
empezar una novela, un libro, cómo empezar el año, una relación, un proyecto,
un ensayo, cómo hacer para que la cosa arranque, para que estas mismas
palabras, ahorita, no se borren, no desaparezcan? ¿Hay un manual de los
comienzos correctos? ¿Qué tiene que estar sí o sí al principio? ¿Un estallido
que todo lo contenga y lo disperse? ¿Una presentación ordenada del paisaje? ¿El
verbo, la luz, el misterio y la oscuridad? ¿Primero va el parto, el nacimiento,
el llanto o la huida? ¿Cómo saber si se comenzó el día, la vida, el año, el
párrafo, con el pie derecho? ¿De qué no debe prescindir un buen comienzo? ¿Cuándo
comienzan los comienzos y cuándo, en cambio, se pinchan, se hastían, se acaban?
Al menos, por ahora, dos
certezas. Primero, que podría empezar cientos de veces este párrafo, pero no
podría seguirlo si al comienzo no hay algo que llamaré “música”. Segundo, que
por prestarle tanta atención a un comienzo puede no haber nada después, puede
agotarse la energía, las ganas, la tenacidad y el comienzo ser solo eso: lo que
está antes del abismo y el adiós.
0’’. Parece simple, pero a veces
no puedo dejar de pensar en ello: no es lo mismo vivir algo por primera vez que
contar cuál fue la primera vez en que viviste algo. Me pasa, por ejemplo, con
los supuestos orígenes de mi relación con la escritura: ¿cuándo empezaste a
escribir?, me preguntan en ocasiones, y podría responder de muchos modos, pero me
sigue incomodando tener que elegir uno y solo un modo de comenzar (y de
recordar). ¿No contaría –no viviría– otra vida si respondiera otra cosa? ¿No seguiría
la música, la cadencia, las luces y las sombras de otra historia? En “Esto no
es una novela” David Markson acumula, sobre todo, finales: como murió tal
artista, qué fue lo último que dijo, de qué se enfermó, en qué tipo de pobreza
pasó los últimos años. Una vez el mejor profesor que tuve preguntó, enojado y
en voz alta: ¿por qué contar siempre las biografías desde la fecha de
nacimiento y la fecha de muerte? ¿Por qué reducir la vida a la tiranía de esos
dos puntos nodales? Nadie respondía, y no recuerdo cómo se acabó el silencio.
Me acuerdo, eso sí, de que en su biografía Patti Smith decide contar todo lo
que pasó antes de que llegara al rock, antes de que se transformara en “esa
Patti”: cuenta cuando vivía con Mapplethorpe y no tenían un cobre, cuando ella
pintaba y trabajaba en una librería y cuando, tiempo antes, se había ido de
casa, contemplando a Juana de Arco luego de dar en adopción a un hijo que no
quería.
Tengo, finalmente, otra certeza: que
parecería que el comienzo no se sabe a sí mismo o, en términos menos
filosóficos, que no sabemos al principio si ha comenzado algo, ni qué, y el
comienzo es más bien un holograma, un fantasma, el gesto de la boca cuando se
hace una promesa, y nada más. Tengo, también, una pregunta: si el principio es
una cadencia, una melodía, una imagen, una promesa, ¿cómo demonios reconocerlas?