2. Así como cualquiera podría
trazar una biografía personal a través de los diferentes libros que fueron
marcando cada año (“Stoner” en 2016; “La casa de hojas” en 2014; “La soledad
del lector” en 2013; “City” en 2012; “Fruta Fermentada” en 2006; “Infancia en
Berlín” en 2005), también podría trazarse una línea histórica con discos, con
hechos históricos trascendentales y con juegos. Mi lista, que en principio
creía obvia y menor, incluiría al TEG, al Rummy, al tutti freaki, al Póker, al
Catán, a los rompecabezas, al Scrabble, al fútbol 9, al fútbol 7, al fútbol 5,
al 25, al arco a arco, a “patear penales contra uno mismo haciendo de arquero
imaginario”, a la escoba, a la mancha, a la escondida, al Estanciero, la Atari,
el Family game, la Nintendo prestada, el Sega, la play, la Wi, el solitario. Ahora
bien: no tengo la menor idea cuál fue el primer libro que leí o que me leyeron,
así como tampoco tengo la menor idea cuál fue el primer juego que jugué o que
me enseñaron. En el principio de ambas historias hay, entonces, un vacío
narrativo, junto a un mismo gesto: la gran concentración.
3. Están los que suelen
despreciar la relación de la literatura con el juego, están quienes dicen que
una cosa es la literatura y otra cosa es la vida, están quienes dicen que los
juegos son solo para seres menores (salvo que esté implicado el dinero), están
los que todavía dejan afuera de la discusión artística a los videojuegos. La
literatura, como los juegos (y la bolsa de valores), genera una suspensión del
tiempo y una especie de mundo paralelo regido por sus propias reglas: el
problema, claro está, es la relación entre esos dos (o tres) mundos. Quizás por
eso uno de los cuentos más divertidos, trolls y políticamente confuso de la
literatura sea “La lotería en Babilonia”, de Borges, en donde se nos cuenta la
historia de una sociedad totalmente abocada y regida por el juego y el azar, en
donde el destino y los actos de cada cual son consecuencias de miles de sorteos
en la Lotería.
4. Tarde o temprano aparece no
sólo el tema de la concentración y de un conjunto de reglas paralelas a las que
nos sometemos, sino también el de la competitividad. Durante las últimas
semanas fui a ver un campeonato de fútbol femenino en el que jugaba una de mis
hermanas. Había muy buenos equipos y partidos sumamente atrapantes; terminé
trepado a una reja cuando mi hermana hizo el 3 a 2 de un partido clave, y vi
como una de las jugadoras del equipo campeón era expulsada en casi todos los
partidos debido a sus violentas demostraciones de competitividad. También fui a
jugar un par de partidos en fútbol mixto amateur: en una jugada, dos chicos que
tenían buen pie se pusieron a discutir si una jugada era lateral o no y
entonces uno, que estaba dando sus primeros pasos en el fútbol, se acercó e
hizo “piedra, papel, tijera” con otro para decidir si era o no lateral. Si hubo
un momento en que decidí seguir participando de los partidos de fútbol mixto
fue ahí. Me queda pendiente, también, jugar un partido con mi hermana.
5. Una cosa es placer y otra
trabajo, una es jugar y otra trabajar, una es leer y otra es vivir, pero, como
bien decía un sociólogo francés, sin tomarse un juego en serio el juego no
funciona. Finalmente: ¿Qué es lo opuesto del juego? No encuentro respuestas a
esa pregunta y, mientras espero ansiosamente la próxima temporada de Games of
Thrones, recuerdo que en el horroroso y célebre Juego de la Vida uno estaba
obligado a andar en auto, a ser monogámico y heterosexual y a considerar la vida
filosófica como una metáfora de la quiebra cívica. Recuerdo también el encantador
error en la última pantalla de Pacman, donde en lugar de acceder al “final de
la historia” el laberinto quedaba semideshecho; recuerdo esa página de “Elige
tu propia aventura” a la que sólo se podía llegar salteando las opciones que
daba el libro. Recuerdo, ahora sí, aquella época en que, si tenía algún
problema, trataba de pensar en las reglas que habían llevado a él, y en cuáles
podía cambiar. Pero de alguna manera pasé de pantalla, o empecé a jugar a otra
cosa, y no sé bien cómo volver.