Guantes impares

Peter Orner cuenta que su padre era un hombre recio, con el que no se llevaba bien, un hombre, más bien, frío, distante, preocupado por sostener una vida y mantener a una familia, ese tipo de hombre, de ese tipo de época. Y que apenas si mostraba emociones, salvo un día, cuando compró un par de guantes muy particulares de los que estaba particularmente orgulloso. 
Orner cuenta que una de esas noches él tomó esos guantes y los escondió en un cajón de su pieza y nunca se los devolvió. El padre no sospechó de él ni de un robo, y anduvo apesadumbrado, confundido. 
Cuando finalmente pudo escribirla, lo hizo de modo literal, casi biográfico, como si estuviese mostrando una foto. 
La ficción era un guante que no le quedaba cómodo a su escritura, parece decir al final. Como si decir las cosas de un modo fuese parecido a disfrazar las cosas, y de otro fuese similar a desnudarlas.
Orner cuenta que siempre trató de escribir esta historia pero que no le salía, no podía llevarla a la ficción.