Sexo, drogas y Blatt
(reseña del libro "Hielo Locura + Increíble, de Mariano Blatt)


Hay libros que son inagotables y estaban agotados. Increíble, de Mariano Blatt, era uno de esos libros. Acaba de salir una reedición amable junto con un nuevo libro: Hielo Locura, en ediciones Stanton. Vienen los dos juntos, todo en uno.
La poesía de Blatt es, desde hace un tiempo, aire nuevo bajo este sol tremendo. Es fluida, eléctrica y, antes que nada, amable. En ella conviven la naturaleza, fotografías fallidas, cuerpos bailando, cuerpos desnudos, drogas y fútbol. Blatt combina los amantes de Osvaldo Bossi, los encuentros extasiados con la divinidad de Viel Temperley, los giros coloquiales de la mítica Zanjita de Desiderio, un po
co de García Lorca, un poco de Casas, un poco de Cucurto y la estética flogger. Después de leer sus poemas a uno le dan ganas de hacerse amigo del autor y pedirle que autografíe su propio libro.
Quizás parte del acierto y la sorpresa de los libros de Blatt esté en las mezclas. En una especie de carnaval de lenguaje, se combinan prosa y poesía, confesionalismo y polític
a, jergas, símbolos, contemplación y sexualidad, pacman y mario, drogas y mate, skate, gallinas y caballos y todos con todos.
Hay un poema a la calle de la realidad, hay un par de poemas que son como álbumes de fotos (Mar del Plata, Fin de Semana del Tigre) y hay un poema candoroso y brillante a un pibe de Oro: “Si te daba el sol, relucías; si no te daba, parecía que lo habías guardado”.
En “Melancolía”, la última película del siempre recomendable Lars Von Trier, un par de hermanas esperan que un planeta desviado de su órbita choque contra la Tierra. Es una película con una fotografía impresionante que trata sobre la soledad, la desesperanza y el fin del mundo: “La tierra es malvada”, dice una de las hermanas, antes de que se acerque el final.
En Hielo Locura + Increíble ese otro planeta que choca contra la Tierra son los amigos y los amantes y los buenos días que nunca se acaban: por momentos pareciera que Blatt no escribe, sino que saca fotos de lo que no quisiera olvidar jamás. Melancólico pero alegre y festivo a la vez, Blatt viaja de un mundo a otro con las palabras en la mano: “Después hubo una tarde en que me di cuenta del truco. Estoy escribiendo un libro, me dije, un libro sobre lo que está pasando pero más todavía sobre lo que hubiese querido que estuviese pasando”; “y en el momento en que iba a escribir que tomaba mate / tomo mate”, nos dice.
También hay otra película recomendable: “Pizza, birra y faso”, de 1998. Es una visión trágica, alerta y desencantada de cierta “juventud”: chicos que terminan creciendo, aprendiendo y muriendo a los golpes, con hijos, perdidos, sin trabajo. Mariano Blatt, inocente, amable y también provocador, nos acerca otra perspectiva de los jóvenes: como si ya todos hubiesen muerto, como si nunca hubiesen existido, como si fuesen ángeles y tuviesen una vida que sólo les pertenece a ellos. Todo les está permitido. Son felices. Sólo nos queda mirarlos y dejarlos vivir en paz.