7 días en Islandia





Islandia está en la otra punta del mapa. Allí hace frío, hubo una recesión económica, un par de banqueros y políticos fueron llevados a juicio, la niña pródiga, Björk, acaba de sacar un disco de avanzada y Sigur Rós permanece en descanso indefinido.
Hace dos meses, el joven compositor islandés Ólafur Arnalds anticipó que dura
nte la primera semana de octubre, durante siete días, iba a subir un video y su correspondiente canción a su sitio web. El proyecto se llamaba “Living Room Songs” (canciones del living). Cada tema se podía ser descargar gratuitamente hasta completar, el séptimo día, el álbum.
Canciones hechas sólo de pianos, violines, violas y cello que invitan al reposo, a la calma y la introspección, un poco a lo Yann Tiersen, un poco como el Philip Glass de las bandas de sonido y un poco como esa banda de un pueblo perdido llamada Balmorhea.
Pero la música es sólo una parte del proyecto.
En los videos, filmados en el living de lo que parecería ser la casa de Ólafur, pueden verse, poco a poco, detalles: un oso polar de peluche en un sillón, un pizarrón con notas dibujada
s, una foto familiar, la habitación (al costado) de alguien que recién despierta, un interruptor de luz, las ventanas del otro lado de la calle, un estante con libros. Las cámaras se mueven lenta y sutilmente, como si fuesen la casa misma, como si fuesen los ojos o el alma hospitalaria del hogar recogiendo los gestos de cada persona, los contornos simples de los objetos. Elementos mínimos en la composición visual, musicalizando de otro modo las melodías de Arnalds.
Una canción se llama “la canción de mañana”, la otra “Agosto”, en una aparece de fondo una foto familiar y en la siguiente la hermana y la madre de Ólafur (ahora entendemos que era
n ellas las de la foto) están tocando también. En la siguiente la hermana descansa y lee mientras Ólafur le regala una canción. La instrumentación varía de un tema a otro, como si Arnalds estuviese inquieto dentro de su casa, como si un día quisiese estar solo y en el otro rodeado de músicos. Así, en la primera canción hay piano y violines, en la tercera sólo el piano, en la cuarta Ólafur está tirado en un sillón mientras los otros tocan, la sexta parece un solo de piano otra vez, pero de pronto el plano se extiende y la sala (la canción) se va llenando de gente. La séptima fue filmada de noche: los desconocidos escuchan sentados y aplauden por fin.
Aunque quizás lo más interesante no sea sólo la música o la filmación o el hogar creado por ambas, sino el tiempo. El hecho de preparar y grabar un video en menos de 24 horas p
ara que los seguidores puedan seguir el proceso de “1 canción por día” en la web; el hecho de que cada uno de esos seguidores viajara a otra parte durante unos breves minutos de sus ajetreadas vidas.
Dejando de lado la idea de perfección y poniendo énfasis en la ofrenda y el proceso constante, usando lo que se tenía a mano y lo que deseaba, durante siete días Ólafur Arnalds, su familia, los músicos, los directores, los camarógrafos y la casa misma lograron crear un agujero negro en el tiempo.
Cualquiera hubiese querido ver eso. Cualquiera hubiese querido participar de eso.
Bueno, estamos a tiempo.




(publicado en indie hoy, una de mis páginas de música preferida y made in Cba)