La banda medieval de niños
(versión limitada)

 

La historia empieza así: una pareja de rumanos que reside en Estados Unidos tiene tres hijos. Los niños crecen poco a poco y, tras intentos aislados del mayor, a los padres se les ocurre proveerlos de instrumentos y una buena educación musical.
Les hacen escuchar diferentes composiciones medievales y, luego de ensayarlas durante días, los tres chicos (Cornelia, 5 años; Olga, 8; Stefan, 10) hacen videos y lo suben a youtube con el nombre “Children medieval band” (banda medieval de niños).
Nada llama demasiado la atención hasta que a principios de 2012 suben una reversión de un tema de Rammstein. La imagen de un niño que nunca sonríe, una niña con una remera que dice “ESPERANZA” y una pequeña de 5 años que golpea un bombo empieza a circular por la red.
Aparecen cientos de comentarios: varios sorprendidos por las dotes rítmicas de la menor, algunos que marcan la versatilidad del mayor (que en una parte cambia guitarra por violín) y unos cuantos alarmados por semejante atrocidad: “están siendo explotados”, dicen; “¡La niña toca la batería con un par de muñecas!”, dicen; “Rammstein no es para niños”, dicen; “deberían arrestar a los padres”.
En un desenlace de esta fábula de la nueva era, los Rammstein invitan a los niños a abrir uno de sus recitales. Los tres niños salen en fotos y se muestran contentos.
Once años antes, en el gran video de la canción “Sonne”, Rammstein contaba a su manera la historia de Blancanieves, que resultaba una especie de drogadicta explotadora que los enanitos amaban y por la que trabajaban como condenados. Blancanieves, como la belleza o la niñez, resultaba encantadora y aunque moría por sobredosis al final resucitaba.
¿Qué quiere decir la inscripción “ESPERANZA” en la remera de la niña de 8 años? ¿Y la manzana que resucita a Blancanieves en el final del video de Rammstein? ¿Son el pecado, la redención, o simplemente la compulsión a la vida y al placer? 
¿Y si los dos videos hablan de lo mismo?
¿Si la canción y los videos hablan del sol que nunca se oculta, de los niños, del trabajo, la seriedad y la familia casual con la que nos encontramos, todas cosas a las que nos hacemos adictos?
¿Si todo ello habla del extrañamente definitivo y adictivo poder de “lo encantador”, que nos deja pegados a ello, con una sonrisa en la cara?

(Columna Zoom, publicado en La voz del Interior, Octubre de 2012)