Los links invisibles: las 7 diferencias

Había un juego bastante popular en revistas y diarios: el juego de las (cinco, seis o siete) diferencias. Se trataba de dos imágenes que a primera vista parecían similares pero que escondían diferencias: una raqueta de tenis, un almohadón, un gatito. Ese juego compartía página con los crucigramas, con las adivinanzas y con las tiras cómicas. Luego desapareció o se multiplicó en la Internet, donde pueden encontrarse cientos de versiones pero nunca la historia del juego (¿quién lo inventó, cuándo fue su apogeo?).

Como tantos otros dispositivos, el juego de las diferencias permaneció en la memoria de quienes lo conocieron y se fue transformando en otra cosa. Por ejemplo en esa tendencia amateur de hacerse fotos exactamente iguales (misma ropa, misma pose) a las fotografías de infancia, pero sin poder ocultar el paso del tiempo y la edad. Por ejemplo en algunos videojuegos de rol, donde la toma de ciertas decisiones hace que la historia del juego vaya por cierto camino apenas distinto de otro. Por ejemplo en cine: parte de la estética del surcoreano Hong Sang Soo se caracteriza no sólo por diálogos amenos con toques de ternura, intimidad y humor, sino, principalmente, por contar la misma cosa dos veces y por repetir (con sutiles diferencias) una estructura narrativa enla misma película.

En su momento “Televisión registrada” se caracterizó por mostrar las grotescas diferencias (entre un contexto político y otro) del discurso del político nefasto de turno, castigando el cinismo, la inconsistencia política y el oportunismo mediante el uso de archivos. Años antes, Raúl Portal y Federica País conducían PNP (“Perdona nuestros pecados”), un programa de TV con un segmento memorable: en él incitaban a que los televidentes buscaran un error de montaje entre una imagen y la siguiente (un auto con chapa distinta, un botón desabrochado en el saco). En la transición entre menemismo, delarrutismo y kirchnerismo, esos juegos de las diferencias educaban al espectador en la contemplación de las trampas de la imagen.

Como ocurría en PNP, muchas veces el tradicional juego de las diferencias se ha transformado en el juego “del error”: hay dos imágenes pero una es errónea porque, por ejemplo, hay siete objetos que no pertenecen (por verosimilitud histórica) a la imagen. Sin embargo, salvo en esa variante en particular, entre dos imágenes que esconden solo 7 diferencias: ¿cuál es, al fin y al cabo, la correcta? ¿Cuál es “la real”? ¿Podemos elegir cuál preferimos si se trata, como suele ocurrir, de diferencias aparentemente minúsculas, menores? Claro que una de las imágenes nos tendría a nosotros mismos diciendo que no, que no podemos elegir, que son lo mismo. Pero la otra imagen nos mostraría diciendo que sí, que hay una diferencia, y que esa distinción nos importa.

En “Contra Córdoba”, Diego Tatián apela, indirectamente, al juego de las diferencias. Hay una Córdoba infernal, una Córdoba conservadora, amurallada, que ahoga y destruye cualquier tentativa de transformarla, de sacarla de sí; pero también hay otra Córdoba casi idéntica que esconde fantasmas, fuerzas ocultas y latentes que a veces los comerciantes de imágenes quieren borrar, hacer pasar por transparencia y entonces lograr que creamos que no hay juego: que lo que es, es lo que fue, y lo que fue es lo que tiene que ser, porque lo será.

El artista gráfico Richard McGuire hizo un fanzine que se transformó en clásico del comic donde mostraba, simplemente, la “historia” de un rincón de una casa y todo lo que pasaba en él a lo largo de los años. Es una variante historietistica extrema del juego de las diferencias (y una conversación apócrifa con el libro de Tatián): todo cambia, salvo el lugar de los hechos, que parece quieto y a la vez estalla.